El alienista – Joaquim Machado de Assís

“Pero, ¿en realidad estaban todos locos y fueron curados por mí, o lo que aparentaba ser una curación no había sido sino el descubrimiento del perfecto desequilibrio del cerebro?” P.89

“El alienista” es un cuento largo del escritor brasileño Joaquim Machado de Assís. En el relata las acciones emprendidas por el médico Simón Bacamarte en el poblado de Itaguaí, a donde llegó luego de haber estudiado en diferentes países, para estudiar la mente humana, especialmente a las personas consideradas locas. Para estudiar las diversas teorías de la locura y la cordura, Bacamarte propuso al ayuntamiento la creación de una casa donde albergar a las personas que tuvieran comportamientos sospechosos; denominó a la casa, “Casa verde” y empezó a llenar sus instalaciones con las personas que tenían comportamientos sospechosos: un hombre que había gastado toda su fortuna haciendo préstamos; una tía del primer hombre que fue a defender su lucidez; un poeta que declamaba versos a las personas influyentes… Y así, hasta desatar el descontento entre la población de Itaguaí, que veían en el alienista, un tirano dispuesto a encerrar a toda su población.

En medio del descontento, un barbero del pueblo comenzó a liderar una revolución en contra del alienista, llamando a las personas para ir a destruir “Casa verde” y liderando un enfrentamiento contra las fuerzas del orden, al igual que una protesta en el concejo llamando a quitar el apoyo que éste le daba al alienista. Al llegar a la casa del alienista, gritando arengas e increpando su tiranía, la turba fue recibida por el alienista que se dispuso a hablar con el barbero, quien le dijo que entendía lo que el alienista estaba haciendo y que necesitaba su apoyo para tener un buen gobierno. A los pocos días, los habitantes del pueblo protestaron en contra del barbero, pues habían dicho que este se había aliado con el alienista para gobernar, a lo que respondieron apoyando a un barbero rival, que restauró el orden a como estaba antes de la revolución del primer barbero y devolvió todo a como estaba.

Luego de la restauración, el alienista quiso probar una nueva teoría y comenzó a internar a las personas que tenían un equilibrio mental, entre ellas encerró a su boticario, a la esposa de éste, e inclusive a su misma esposa. Finalmente, luego de estudiar a los “locos” y a los “cuerdos” y de someterlos a diferentes estudios y tratamientos, el alienista dejó salir a todas las personas que estaban en Casa Verde. Al ver a las personas nuevamente en las calles, el pueblo comenzó a reconocer el trabajo del alienista, pues casi todos se encontraban en muy buena condición y habían logrado superar sus problemas. Sin embargo, el alienista se vio enfrentado a un nuevo dilema: si ya todos habían pasado por Casa Verde y no había encontrado ninguna persona loca, entonces no había locos en Itaguaí. El alquimista decidió entonces estudiarse a sí mismo y se recluyó en solitario en Casa Verde, donde murió unos meses después.

En resumen “El alienista” es una sátira al mundo de la ciencia, al igual que a la vida política y social, pues la figura del alienista es venerada gracias a su conocimiento. Sin embargo, este mismo conocimiento es el que encierra al alquimista en sus propios pensamientos, llegando incluso a abstraerse tanto, que ignoraba completamente que el pueblo estaba en su contra y centrándose tanto en sus estudios, que empezó a ver locura y comportamientos sospechosos donde no había, mientras su obsesión por la ciencia lo desequilibraba cada vez más, llegando a alimentar el rumor que corrió después de su muerte, que decía que el único loco del pueblo era el propio alquimista.

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La tejedora de coronas – Germán Espinosa

“…Pues la creación, el universo, es una escritura críptica que debemos descifrar antes de llegar a convertirnos en dioses, estamos escritos en un texto divino donde se confunden pasado y futuro, ya que, en cierto modo, el futuro ha ocurrido tanto como el pasado, sin que ello deteriore nuestro libre albedrío…” P.522

En “La tejedora de coronas”, el escritor cartagenero, Germán Espinosa, cuenta la vida de Genoveva Alcocer, una mujer cartagenera que nació a finales del siglo XVII y luego de vivir el asedio a Cartagena perpetrado por la armada de Francia, comenzó a recorrer el mundo, buscando la sabiduría y practicando la astronomía, pasión aprendida de su amor de juventud, Federico Goltar.

El libro está narrado en primera persona, con la voz de Genoveva. Igualmente, cada uno de sus 19 capítulos se encuentra escrito a manera de un solo párrafo, con ninguno otro signo de puntuación que las comas, lo que hace que el texto se lea casi de manera de obligatoria, de un capítulo a la vez, pues la falta de párrafos y pausas, genera la necesidad de terminar cada bloque de texto en una sola lectura. Otra peculiaridad del libro, es la manera en que conviven los diferentes tiempos de la vida de Genoveva, pues en todos los capítulos se abordan diferentes edades de la protagonista, que son conectados de manera admirable en el relato, pues con solo una frase se puede pasar de la vida de Genoveva a los 17 años, a la vida de Genoveva en sus 80 años.

En cuanto a la vida de Genoveva, las 555 páginas del libro la sitúan en partes como Francia, Roma, Estados Unidos y España; en todos estos países conociendo personajes insignias del siglo XVIII, como Voltaire, El Papa Benedicto XIV, George Washington, entre otros. La vida de Genoveva luego del sitio de Cartagena y su llegada a Europa, se destacó por su pasión por el iluminismo y la sabiduría, llevándola a hacer parte de logias masónicas en las que ella cumplía misiones en diferentes países, llegando incluso a ser encarcelada en La Bastilla por actos satánicos en medio de un ritual que buscaba desviar la atención de las autoridades francesas.

Por otro lado, además de la búsqueda del conocimiento, Genoveva busca también el amor, desde su adolescencia cuando admiraba e intentaba comprender las razones del joven astrónomo Federico, hasta su ancianidad cuando hizo el amor con un capitán de un barco en plena cubierta, bajo la mirada de la tripulación, Genoveva hallaba en el sexo, la mejor manera compartir con aquellos hombres y mujeres que admiraba. De allí que el libro contenga también algunos apartes eróticos, especialmente el inicio, en donde Genoveva describe uno de sus 6 baños diarios en la ciudad de Cartagena tiempo después del asedio.

En resumen, “La tejedora de coronas” es un libro ambientado en el Siglo de las Luces, en donde su protagonista está en una búsqueda constante por el conocimiento, en contraposición a la represión de la ciencia realizada por la Inquisición; pasión que comenzó en su juventud, al saber que su gran amor, Federico Goltar, había descubierto un nuevo planeta y que lo había llamado “Planeta Genoveva”, pero no podía hacer público su descubrimiento porque seguramente sería ejecutado por hereje. Desde ese momento, Genoveva dedicó su vida a aprender sobre todo lo que pudiera y a dejar atrás los dogmas de la Iglesia Católica. Germán Espinosa, en estas 555 páginas nos narra de manera atrapante y hábil, la vida de esa mujer que dedicó su existencia al amor y el conocimiento.

Muriendo de ausencia

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Imagen tomada de: https://pxhere.com/es/photo/949392

Mi primer contacto con la muerte fue a los cinco o seis años, estaba viendo una telenovela con mi abuela y un personaje había muerto; recuerdo que le pregunté a mi abuela qué había pasado y qué significaba que esa persona se hubiera muerto. Cuando ella me dijo que la muerte era dejar de vivir, recuerdo que empecé a llorar, primero diciendo que no me quería morir, luego lloré más fuerte cuando pensé que mi abuela también se iba a morir.

Con el tiempo, sin seguir sabiendo bien qué era la muerte, la empecé a experimentar en mi familia. El primer muerto del que me acuerdo fue mi abuelo materno. Cuando tenía seis o siete años empezamos a ir mucho a su casa (él y mi abuela se habían separado desde antes de que yo naciera) y le hacíamos la visita. Por esos días me dijeron qué era un cáncer, pero yo seguía sin entender por qué el abuelito vomitaba en un vaso todo lo que se comía. Luego de muchas visitas en las que yo no entendía nada y me iba a explorar la casa donde vivía el abuelo, dejamos de visitarlo; me dijeron que había muerto, pero yo seguía sin entender.

Otra muerte de la que me acuerdo fue la de un vendedor de la plaza de mercado a la que solía ir con mi abuelita cuando era niño, se llamaba Arcadio y tenía un puesto de frutas y verduras al que íbamos muy seguido y casi siempre jugaba conmigo a la vez que le daba ñapa a mi abuelita en todas las compras. Un día mi abuelita me dijo que Arcadio se había muerto, que le había dado algo en el corazón; yo, todavía sin entender la muerte, pensé que ahora que Arcadio no estaba, yo tenía el poder de dos corazones, porque él era amigo mío y tal vez me lo había dejado antes de irse.

Luego, llegaron más muertes de la familia: las bisabuelas, de cuyas muertes recuerdo ir a un velorio con ropa negra, no recuerdo si fui a la misa y aunque para esa época sabía más sobre la muerte, todo siguió siendo una ausencia extraña de la que se tenía la certeza que no iban a regresar, aunque sus fotos y recuerdos siguieran decorando la casa. Luego, a unos meses de cumplir quince años, murió mi otro abuelo; murió luego de una corta hospitalización en medio de un examen médico. Tampoco pensé en su ausencia, pues cuando lo habían internado en la clínica, creía que iba a salir rápidamente, pues no había tenido complicaciones de salud en su vida. De su muerte recuerdo el velorio que se realizó en la casa de mi abuela, el recorrido con el osario hacia la iglesia y la misa, en donde yo seguía sin saber bien qué era la muerte, pero supe que hacía vulnerable a las otras personas, pues ese día, en mucho tiempo, vi a mi papá llorar cuando cantaban al final de la misa.

En el 2008 conocí un suicidio, un amigo con el que montaba patineta y salía por ahí, una noche de domingo decidió suicidarse. Aunque no éramos tan cercanos, su muerte impactó a muchos de mis otros amigos cercanos y las charlas sobre su muerte y la razón de esta se propagaron algunas semanas. No al velorio ni a su misa, de lo que alcanzamos a bromear porque en vida fue ateo y denigraba sobre la iglesia, sin embargo, nos sentamos a las afueras de la iglesia en el horario de la misa y vimos cómo entraba un cajón violeta que bajaban de un carro.

Con el pasar del tiempo, mi abuela ingresó a un hogar geriátrico, al cual íbamos cada fin de semana y convivíamos con las demás personas que había allí. Esa cercanía a la muerte y al deterioro, también me enseñaban sobre la fragilidad del cuerpo y la manera en que el tiempo va haciendo estragos en personas que eran recordadas por sus familiares como grandes conversadores o prodigiosos profesionales, reducidos a cuerpos temblorosos y frases que no se entendían. También era duro en lo personal, pues la persona que me acolitaba todas mis travesuras y antojos, estaba allí, e iba viendo cada fin de semana cómo era cada vez más dependiente y sus ganas de hablar iban cambiando por silencios y sueños profundos.

En el pasar de los años, finalmente mi abuela murió, aunque esta vez, a diferencia de las demás muertes, se veía venir, se sentía venir cada vez que íbamos a visitarla y sentíamos su respiración cada vez más pesada, más difícil. La última vez que la vi, fue una semana antes de su muerte, cuando le hicimos la que sería la última visita. A los pocos días fue llevada a un hospital y luego de aferrarse a la vida unos días, murió un domingo en la noche. No la vi muerta y solo alcancé a ver el osario cuando lo llevaron a la iglesia al día siguiente. Ese día, a diferencia de las otras muertes y las otras misas, sabía qué había pasado y estaba consciente de ello; en medio de la misa me aferré a su recuerdo, pero me esforcé por contener las lágrimas para poder leer lo que había preparado para decir al final de la misa.

Hasta el día de hoy, la muerte no me ha vuelto a golpear de manera cercana, pero recuerdo las veces que vi accidentes de tránsito en los que había muertos y me preguntaba por la fragilidad de la vida y cómo alguien que era importante para muchas personas, de un momento a otro fuera solo un cuerpo tirado en la calle, producto de algo ocurrido en segundos. También recuerdo la vez que me querían robar la patineta y me dieron dos puñaladas, recuerdo que lo primero que escuché en mi mente fue “así de fácil lo matan a uno”, al saber que el cuchillo no había alcanzado ningún órgano importante y la misma patineta que me habían intentado robar, fue la que me salvó la vida.

Todavía veo la muerte como una ausencia, como un momento en el que alguien se desapareció por un tiempo y no ha regresado aún. Por eso no me gusta visitar a mis familiares que están enfermos, pues enfrentarse a la posibilidad de no volverlos a ver no me gusta y prefiero guardar el recuerdo de esos tiempos donde no sabía que la muerte estaba al acecho y podía llegar. Tal vez para muchos también es eso la muerte, pues no siempre se muere en una cama rodeado de una familia. La mayoría de las veces la muerte ataca en la ausencia y es solo a través de un mensaje que nos enteramos que “alguien no va a volver”.

El cortador de cañas – Junichiro Tanizaki

“… Con cada año que pasa yo me hago más sensible a una tristeza, una desolación en el otoño, una melancolía estacional, que no sé de dónde viene ni por qué.” P.39

En “El cortador de cañas”, Junichiro Tanizaki, nos presenta una novela corta, casi un relato, en el que hay dos historias dentro de una. La primera, que da nombre al libro, narra cómo un cortador de cañas que decide aprovechar la tarde viajando a un lugar cercano, va recorriendo el paisaje y recordando poemas y leyendas de la cultura de su región; luego, buscando ver la luna del mes de agosto, decide viajar a una montaña cercana. Allí, en la ribera del río, se sienta un rato a contemplar la noche, a beber sake y recitar poemas. En ese momento es donde entra la segunda historia, que es narrada por otra persona que se encontraba sentada a unos pasos del cortador de cañas en el río.

La segunda historia es sobre un triángulo amoroso desarrollado entre un hombre que llevaba mucho tiempo sin encontrar a una mujer con quien casarse, una mujer viuda que llevaba un estilo de vida casi imperial a causa de su viudez y la hermana menor de la mujer, que estaba acostumbrada a hacer de sirvienta más que de hermana. En medio de este triángulo amoroso, el hombre decide casarse con la hermana para estar cerca de la mujer, aunque no se dan actos sexuales entre ninguno, se genera una relación en que los tres se ven constantemente y en la que ni el hombre ni la viuda saben que se desean mutuamente, siendo la hermana la guardiana del secreto.

Luego de unos años de salidas entre los tres y un matrimonio del que se empezaba a sospechar, el hijo de la viuda muere a causa de una enfermedad, por lo que la vida de lujos que llevaba esta se ve afectada, al no tener lazos que la unan con la familia de su difunto marido. Los rumores empiezan a correr y la viuda vuelve ahora a casa de sus padres; a la vez que el triángulo amoroso se desmorona, luego de que la hermana confesara el secreto del amor que se tenían su esposo y su hermana, lo que hizo que se separaran más. El hombre que estaba con el cortador de cañas era el hijo del matrimonio, y terminó contando que su madre era la hermana de la viuda, pues luego de la situación vivida por la viuda, su padre decidió valorar a su esposa y tener una vida con ella; mientras que la viuda se volvía a casar y retomaba su lujoso estilo de vida.

En resumen, “El cortador de cañas” es una novela corta en la que se une la tradición con la modernidad, en donde a la vez que se admira y recuerda el pasado, se genera una nueva narrativa que utiliza lo viejo para introducir lo moderno. El uso de la historia dentro de otra historia hace que el libro se pueda leer en dos partes y en la que cada una representa una visión del mundo. Es un libro recomendado para aquellos que quieran entrar en la literatura japonesa, pues Tanizaki es considerado el precursor de muchos autores que vinieron después: Mishima, Oé, entre otros.

Piel de conejo – David Eufrasio Guzmán

“Entré en la oscuridad a la espera de sentir sus labios sellando los míos pero en lugar de eso, mi rostro recibió una caricia suave y peludita. Un poco asustado por no reconocer con qué me había tocado, abrí los ojos y descubrí que lo que me había pasado por la cara era una piel de conejo.” P.77

En “Piel de conejo” conocemos las historias de Ricardo, un niño-joven que creció en Medellín a mediados de los 80 y principios de los 90; teniendo como principal ambiente el conjunto residencial o “unidad” como se les conoce en Medellín. A través de diez relatos cortos, de un promedio de 15 páginas, vamos conociendo detalles y ocurrencias en la vida de Ricardo: sus paseos a la finca de su tío adinerado; los paseos de fin de año con toda su familia; su vida en el colegio; la tradición familiar de iniciación sexual a los jóvenes de quince años; la vez que fue a Bogotá para ver la final de la Copa Libertadores… Y muchas otras situaciones que nos transportan a una época pasada en un Medellín que se encontraba en la guerra contra el narcotráfico y en el que sus habitantes hacían todo lo posible por continuar sus vidas como si esta guerra no existiera.

El libro comienza fuerte, con un relato que demuestra el caos repentino de la época, en el cual Milord, un perro “lazzie” del tío rico de la familia es acusado de morder al hijo del dueño, provocando la reacción desmedida de este al ordenar al mayordomo matar al perro por “traicionero”. El segundo relato, cambia un poco el panorama y trae un texto lleno de risas e inocencia en el que Ricardo, cada vez que llegaba del colegio, orinaba en las matas de una vecina de su edificio; situación que se prolongó unos días en los que iba despertando el interés botánico de Ricardo y que terminó abruptamente un día en que fue descubierto con las manos en la masa por su vecina y la hija de esta.

Otros dos relatos que me gustaron mucho son: “El último vuelo de la Araña” en donde Ricardo va al paseo tradicional de fin de año con todos sus familiares y está muy emocionado por el partido de fútbol que se juega en cada viaje; sin embargo, se da cuenta que ya está creciendo, que le empiezan a gustar las mujeres y que ahora todo va a ser diferente; todo en medio de una pelea entre primos y un grito a una tía que hace que su mamá lo castigue en medio del paseo. El otro relato es “Piel de conejo”, el que le da el nombre al libro, en él, Ricardo viaja a Bogotá para ver la final de la Copa Libertadores del 89 y luego se queda unos días donde sus familiares de Bogotá; allí empieza a dar sus primeros besos, en este caso a su prima, y luego de unos días de paseo y besos a escondidas, ella le regala una piel de conejo para que se lleve de recuerdo. Esa piel de conejo le sirve luego para alardear en su edificio, conseguir novia y volverse famoso en todo el conjunto residencial.

El libro tiene una gran particularidad: desarrolla su propio ambiente y estilo, en el que el autor se basa para crear todos sus relatos; se siente la identidad del narrador, sus vivencias y la manera en que cuenta todo lo que le pasa con un lenguaje cercano y jocoso. Igualmente, aunque los relatos no son necesariamente escritos para buscar la risa, las situaciones y el desarrollo de estas, crean una lectura divertida en la que las sonrisas y a veces las carcajadas se pueden escapar.

En resumen, “Piel de conejo” es un libro corto, de relatos basados en un niño que va creciendo en la Medellín de los 80’s y decide contar algunas situaciones por las que está pasando, todo narrado a través de la primera persona, con un estilo coloquial, unas situaciones que nos pueden identificar a muchos y un estilo que atrapa desde la primera página hasta la última. Recomendado para quienes disfrutan de autores como Luis Miguel Rivas y David Betancourt.

Caperucita se come al lobo – Pilar Quintana

En “Caperucita se come al lobo”, la escritora colombiana Pilar Quintana nos presenta ocho cuentos cortos, de un promedio de 10 páginas cada uno, en los que el sexo, el empoderamiento femenino, el relacionamiento entre los géneros y las dinámicas sociales, crean escenarios en los que la mayoría de las veces las mujeres son protagonistas: a veces son las heroínas que consiguen lo que se proponen, otras veces son víctimas en relaciones maltratadoras, en otras, buscan romper paradigmas y terminan siendo ellas las caperucitas que se comen al lobo.

El libro es un libro corto, 100 páginas, que se lee de manera rápida, entretenida y donde los cuentos muestran al lector diferentes tipos de situaciones por las que pueden pasar las mujeres, desde el empoderamiento y la libertad sexual, hasta el abuso y la violación; en estos ocho cuentos se pueden recorrer diferentes escenarios, incluyendo una adaptación de la historia de María y José y una narración de la vida después de la muerte.

Aunque corto, el libro es una buena manera de adentrarse en la obra de Pilar Quintana, “Caperucita se come al lobo” fue publicado inicialmente en el año 2012, y luego reeditado en el año 2020 con dos cuentos más. Igualmente, aprovecho esta entrada para recomendarles “La perra”, el libro más reciente de Quintana y que ha ganado premios en Colombia y ha sido traducido a muchos otros idiomas.

Las 48 leyes del poder – Robert Greene

“La comprensión de los motivos ocultos de la gente es el conocimiento fundamental para adquirir poder.” P.32

En “Las 48 leyes del poder”, Robert Greene hace un repaso por las principales teorías de la táctica y la estrategia militar, a la vez que amplía conceptos dados por Maquiavelo y otros grandes teóricos de Estado y poder; condensando más de dos mil años de sabiduría en 48 leyes que buscan orientar al lector para desempeñarse en el juego del poder.

A través de ejemplos que abarcan desde la antigua Grecia y China, pasando por el medioevo y la Ilustración, hasta llegar al siglo XIX y XX, Greene utiliza un amplio número de ejemplos y situaciones en las que busca probar el seguimiento o la violación a la ley que es abordada en cada capítulo. Adicional a esta estructura, se encuentra un aparte en donde se resume la ley y las posibles actuaciones en unas “claves para alcanzar el poder”; terminando luego con una imagen de la situación posible, una cita sobre el tema y finalmente, la posible invalidación de la ley, en caso de que se recomiende desobedecerla en una situación específica.

Unas de mis leyes favoritas son las siguientes: “Diga siempre menos de lo necesario”, “Gane a través de sus acciones, nunca por medio de argumentos”, “Evite a los perdedores y los desdichados”, “Utilice la ausencia para incrementar el respeto y el honor”, “Planifique sus acciones de principio a fin”, “Haga que sus logros parezcan no requerir esfuerzos, “Actúe como rey para ser tratado como tal” y “Nunca se muestre demasiado perfecto”. Estas y muchas otras más leyes, buscan abordar diferentes variables que se dan en los escenarios de poder: la relación con los enemigos, con los aliados, con los posibles aliados, las situaciones en los momentos de guerra, la planeación de decisiones, la conservación del poder; escenarios diversos en los que el ejemplo sirve como principal medio para enseñar lo que puede pasar cuando se sigue o no se sigue una ley.

Para mí es un libro valioso, especialmente para aquellos que están inmersos en el mundo de la política, pues su aplicabilidad es evidente en los contextos que se explica. También puede ser un libro que interese a quienes estudien ciencias sociales o relaciones públicas, y claro, a cualquier persona que quiera aprender acerca del mundo del poder y todas las dinámicas que se asocian a éste. Aunque es algo extenso, 600 páginas, se puede terminar a un ritmo de lectura constante, en donde se lean tres o cuatro leyes por día para asimilar conceptos y dejar espacio para la intertextualidad a nuevas situaciones.

Debatiendo con la pared

Imagen tomada de: https://www.emol.com/noticias/Internacional/2020/09/30/999418/Trump-Biden-peor-debate-historia.html

Cerca de cumplir una semana del primer debate presidencial de Estados Unidos, el mundo político e informativo ya ha empezado a sacar sus conclusiones de lo que muchos llaman un desastre. Para mí, por el contrario, más que llamarlo un desastre o centrar la atención en la falta de intercambio de ideas; lo que el debate del 29 de septiembre representa es la manera en que se está desarrollando la política en la actualidad.

Se dice que la política es el reflejo del estado de una sociedad, y el debate del 29 de septiembre no puede ser una mejor evidencia: el interrumpir deliberadamente al otro, la carencia de argumentos, la predilección por el insulto y la falta de propuestas, se han convertido en la manera de hacer política en tiempos de redes sociales. La búsqueda constante de ese nicho que esté de acuerdo de manera ciega con una posición, ha empezado a crear microsociedades de personas que piensan que todo está bien en su entorno y son los otros, los que piensan distinto los que hacen que el mundo (o su país) no pueda ser la maravilla que ellos creen que es.

Por estos mismos días, igualmente, se hizo famoso el documental de Netflix “El dilema de las redes sociales”, en el que se muestra cómo, a través del almacenamiento y estudio de datos, las mismas redes sociales crean algoritmos que se centran en ofrecer a la persona aquellos elementos, artículos y publicidad que se acercan más a sus propias preferencias, dejando de lado aquello que puede no despertar nuestra atención o que puede chocar con nuestras preferencias. De la misma manera se ha venido desarrollando la política desde mediados de la década pasada: publicaciones y tendencias en redes sociales que están orientadas a solo un nicho de la población: aquellos que creen ciegamente en un candidato o en una ideología.

Ha sido tal la polarización de las ideas y del debate, que los espacios para intercambiar ideas y posiciones frente a un tema determinado, han ido pasando del panel de discusión sobre un tema, a meros invitados que se dedican a insultar y deslegitimar la posición del contrario a través de insultos y falacias. Y ni qué decir de las redes sociales, en donde todo se resuelve con insultos o simplemente con bloqueos a las personas que piensan diferente.

De allí que el debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden se haya desarrollado de la manera en que lo hizo; ¿Cómo pedir a los dirigentes que se muestren distintos a la sociedad en la que viven, si ellos son el máximo reflejo de los valores e idearios de esta? Por eso los ataques y la deslegitimación, se ataca al otro, a la vez que se refuerzan los mensajes para el nicho que sí está de acuerdo con la postura. Lejos estamos de aquellos tiempos gloriosos de la comunicación política en donde el debate y la preparación del mismo, eran elementos de sumo cuidado a los que se dedicaban horas de preparación. Ahora, gracias a la segmentación y al algoritmo, las personas no necesitan ser convencidas, pues es el mismo aparato que llevan en sus bolsillos el que reafirma sus ideas diariamente, al presentar solo aquello que se quiere ver y escuchar.

¿Qué pasará entonces con los debates políticos? Al terminar el primer debate de la contienda estadounidense, se lanzaron argumentos sobre la necesidad de los dos debates faltantes, teniendo en cuenta el desarrollo del primero. Lo cierto es, que fuera de Estados Unidos, también se puede comenzar a generar una tendencia, en la que los debates se reduzcan a insultos e interrupciones, donde sea más fácil debatir con una pared que intercambiar posiciones con una contraparte.