¿El fin del poder?

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En el libro El fin del poder, el economista Moisés Naím presenta un panorama de los cambios paradigmas en cuanto al ejercicio del poder que han empezado a evidenciarse en los últimos años. Para reflejar el estado del poder actual utiliza ejemplos que van desde los gobiernos nacionales, las relaciones internacionales, el mercado mundial, hasta las religiones; todos estos análisis los enmarca en tres grandes conceptos que define como fundamentales para este cambio en la forma de ejercer el poder.

Estos tres conceptos, a los que el autor se refiere como las tres M, son:

Más: La revolución del más se enmarca en que cada día existen más personas en el mundo, más productos, más países, más partidos políticos. Todo este aumento de población, bienes y elementos de cohesión sociales y políticos; hacen que cada día aumenten las opciones de identificación con nuevos paradigmas, que aquellos partidos, religiones y empresas que tradicionalmente han dominado sus sectores en específico vean cada vez más difícil ganar nuevos adeptos, así como conservar los que ya tienen. En palabras del autor: “Cuando las personas son más numerosas y viven vidas más plenas, se vuelven más difíciles de regular, dominar y controlar.”

Movilidad: La revolución de la movilidad está basada en la facilidad que existe actualmente para que las personas se desplacen de un país a otro, pues ahora los problemas para instalarse en un país y los costes de hacerlo, son mucho menores que hace 20 ó 30 años, donde irse a vivir a otro país era considerado más una hazaña heroica que una decisión enmarcada dentro de las decisiones normales que puede considerar un ser humano a lo largo de su vida, cuando ve posibilidades de triunfar en otro país, o simplemente quiere irse a vivir a otro lado. Esta revolución de la movilidad ayuda a que los bienes y servicios sean prestados con más prontitud cada día; al igual que ayuda a la subcontratación de empleados en países con unos salarios más bajos y una mano de obra menos formada, que tiene menores exigencias. El autor al referirse a esta revolución, indica que su principal efecto en el poder se basa en la facilidad que tienen las personas para emigrar de su territorio, lo que hace que las fronteras sean cada vez más porosas y la población más fluctuante, por lo que se tiene un menor control del territorio y un menor poder sobre las personas que allí habitan, pues están en total libertad de salir de él, si lo desean.

Mentalidad: La última revolución que Naím identifica es la que tiene que ver con la mentalidad, que según él, radica en aquel cambio en la manera de pensar que tienen las nuevas generaciones, pues ya no aceptan las instituciones tradicionales tan abiertamente, y buscan una razón lógica para seguir creyendo en su país, su religión o en su empresa. Esta revolución ha traído consigo el emprendimiento y una serie de ideas innovadoras que aparecen en todos los lugares del mundo, con un mismo potencial de desarrollo e impacto en la sociedad. Según el autor: “la revolución de la mentalidad engloba profundos cambios de valores, criterios y normas. Refleja la creciente importancia que se atribuye a la transparencia y los derechos de propiedad, así como a la justicia en el trato que la sociedad da a las mujeres, las minorías étnicas y de otro tipo (homosexuales, por ejemplo) e incluso los accionistas minoritarios de las empresas.”

Luego de definir estas tres revoluciones, Naim las aplica a los diferentes ámbitos del poder. Al interior de un país se hace más difícil ejercer el poder porque ya hay un mayor sentimiento de unidad y descontento general cuando no se hacen las cosas bien por parte del gobierno; ahora las protestas y marchas son más comunes, y los límites al poder son impuestos por la misma población, cuando se muestra en desacuerdo con las decisiones tomadas por sus mandatarios.

También habla de la guerra contra los hackers y ciberactivistas, que ha entrado en auge en los últimos cinco años con grupos como anonymous y células de espías contratadas por diferentes gobiernos para atacar a otros. En este caso el poder se vuelve más difuso porque las guerras ya no se libran en campos de batalla con enemigos identificados con insignias y uniformes, esta guerra es virtual y se puede hacer desde kilómetros a la distancia.

De igual forma se hace mención a otros ámbitos como la política internacional que ha pasado de una unipolaridad en cabeza de Estados Unidos, a una bipolaridad en la cual países pequeños e incluso ONGs pueden entorpecer decisiones de bloques de países poderosos; haciendo que el poder internacional. Y sigue así con otros temas, que no voy a tratar en este escrito para que se interesen por leer el libro, entre los otros temas están: el poder de las grandes empresas y el poder de las religiones.

Por otro lado, luego de leer el libro, me he puesto a pensar en la forma en que el poder se ha visto afectado y cómo las personas que están acostumbradas a detentarlo se pueden defender y he sacado también una teoría de las contra-revoluciones o la forma en que se pueden contrarrestar las revoluciones que Naím plantea en su texto.

Más: El poder también puede crear sus propias revoluciones del más, pero teniendo en cuenta que en el fondo, todas las cosas que cree sirven al mismo dueño. Por ello pueden proliferar diversas empresas en un mismo sector, diferentes partidos políticos, diferentes cadenas televisivas, etc.; que son controladas por una misma fuente, pero hacen creer a las personas que son independientes. Como la imagen que se presenta a continuación, en la que se muestra a los grandes dueños de los principales medios de comunicación en el mundo y qué cadenas controlan; al final todo se resume a 6 grandes empresas, que manejan a todas las demás

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Movilidad: Para nadie es un secreto que ahora es más fácil salir del país e ingresar a otros para establecerse, figuras como el asilo político o simplemente el acudir a países cuyas políticas migratorias sean más laxas, hacen que establecerse en un nuevo país sea menos engorroso y factible para muchos. Pero esta facilidad no aplica para todos, cada semana los medios de comunicación, especialmente los europeos, presentan noticias de naufragios de inmigrantes africanos que mueren en el camino a países como España o Francia. También se presentan políticas en países que se oponen a la inmigración como las expresadas recientemente por el candidato a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump, quien ha planteado una “guerra” abierta a los emigrantes mexicanos e hispanos que viven en ese país, acusándolos de narcotraficantes y fuente de problemas. En resumen, puede haber facilidades para viajar de un país a otro, pero las políticas de cada país y la manera en que la población trate a los recién llegados, son fundamentales en el proceso de aceptación o rechazo que experimenten aquellos que abandonan su país por buscar nuevas oportunidades en otro.

Mentalidad: En cuanto a este tema, puede existir un gran dilema en lo que concierne a cuál mentalidad se está tratando; pues si bien hay algunos valores que se han vuelto universales y unas ideas básicas como democracia, derechos humanos y libertad de prensa son aceptadas globalmente, existen países en los cuales estos conceptos son concebidos como adorno, pues no son respetados. Adicionalmente, en los medios y algunas culturas se “bombardea” al público con otra mentalidad, la mentalidad de mundano, lo banal, aquella que se preocupa más por las apariencias que por el contenido, la que te muestra 10 minutos de noticias políticas y 40 minutos de noticias de entretenimiento; aquella que hace que las preocupaciones de las personas se reduzcan al nuevo novio de la estrella juvenil de moda, o al matrimonio de actores que se separó por una infidelidad.

Para terminar, Moisés Naím habla de las formas en que se puede afrontar la pérdida de poder y los beneficios que esto puede traer a la población en general; dentro de los beneficios se encuentran el fortalecimiento de los partidos políticos, el aumento de innovaciones políticas, de innovaciones tecnológicas y comerciales, y una nueva visión del mundo. Como reflexión personal, diría que el poder sí ha cambiado, tal vez afectado por la gran cantidad de personas, empresas, partidos políticos que existen en la actualidad; tal vez por la facilidad de transporte entre países y la reducción de las barreras para la inmigración; o tal vez porque la mentalidad de las personas ha cambiado. Pero, en general, todo ha cambiado por la inmediatez de los tiempos actuales: ahora la revolución dura un mes y derroca con éxito al monarca, ahora las convocatorias para realizar una marcha pueden reunir en un día miles de personas; y lo más importante de todo, ahora el poder está más fragmentado; la sociedad misma ha creado modelos incluyentes en los cuales no hay un dominador absoluto, sino una serie de personas, sociedades y países que, en su afán por democratizar todas las decisiones, otorgan el mismo poder a todos sus integrantes, haciendo más difícil obtener una ventaja absoluta frente a los demás, y evitando el despotismo en todos los ámbitos sociales, políticos y económicos. Para finalizar quisiera decir que el poder es como la energía: no se crea ni se destruye, sino que se transforma; como lo dice Naím, no está tan concentrado, pero siempre va a existir el mismo poder, sólo que ahora tiene sus partículas más dispersas en todo el universo, y la tendencia natural es a que éste se tienda a acumular y focalizar.

Los barones rampantes

Los barones rampantes

El barón rampante de Italo Calvino cuenta la historia de Cosimo Piovasco di Rondó, (el Cosimo que da nombre a este blog) y sus diferentes aventuras, después de decidir subirse a los árboles en señal de protesta para no comer la sopa de caracoles que había preparado su hermana para el almuerzo, pues ésta disfrutaba haciendo comer a los demás los animales más inverosímiles y poco sabrosos. Fue así como en una pelea con su plato de sopa y con todas las personas que compartían la mesa con él, decidió subirse al árbol más cercano a su castillo y no volvió a bajar nunca más.

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El relato cuenta muchas otras aventuras que vivió Cosimo en los árboles, como el hecho de sólo poderse desplazar entre los árboles y su promesa que siempre cumplió de no tocar nunca más el suelo; la vez que conoció a su vecina Viola, de la que quedó profundamente enamorado; la vez que conoció a un pueblo de españoles que vivía en los árboles como él; cuando conoció a su perro Óptimo Máximo, quien lo acompañaría en todas sus aventuras y lo ayudaría a encontrar el amor; la vez que conoció al bandido más famoso de su reino Gian dei Brughi y entablaron una relación de cooperación literaria, en la cual Cosimo le conseguía libros para que él los leyera, pero antes los debía leer para hacerle una breve reseña al famoso ladrón; la vez que experimentó el desamor y la soledad, a lo que respondió con locura y depresión; cuando ayudó a su reino a librarse de los ataques del ejército invasor y lo defendió con la inteligencia y astucia que proporciona una vida llena de experiencias, gracias a su condición de estar siempre en las alturas; hasta su final, cuando moribundo se agarró al ancla de un globo de aire que pasaba cerca de su árbol, y no volvió a saberse nunca de él, ni de su paradero, pero cumplió su promesa de no volver a tocar el suelo.

Pues bien, hasta acá llega la reseña del libro, un libro que en palabras de Calvino refleja un camino hacia una plenitud no individualista alcanzable a través de la fidelidad a una autodeterminación individual; todo esto, en otras palabras, significa que los ideales de autodeterminación y de la defensa de sus ideas, hicieron que Cosimo utilizara los árboles como un medio para reafirmar sus posturas frente a las demás personas, pero aunque era considerado un rebelde y un loco por andar subido en las copas de los árboles, él, desde las alturas buscaba ayudar a los campesinos y a las personas del pueblo.

Cuando estaba pensando en la vida de Cosimo, se me vino a la cabeza la historia de las diferentes guerrillas que hacen presencia en Colombia; todas muy diferentes de Cosimo, pues Cosimo no basaba su poder en el terror y el control de la población, sino que pasaba de rama en rama y árbol en árbol viviendo su vida, y si encontraba a alguien a quien ayudar, lo hacía, sin problema alguno. Pero el elemento que comparte el Barón Rampante y la guerrilla, es que ambos, en algún momento, decidieron huir de la sociedad, y adentrarse en la selva o subirse a los árboles, y desde allí defender sus ideas y profundas convicciones, sin importar lo que los demás dijeran.

Sobre la razón para alejarse de la civilización, en Cosimo fue su negación a comer la sopa de caracoles de su hermana, para las FARC puede ser el mito de Marquetalia o las luchas sociales de las que dicen ser abanderados, al servir como puente entre los intereses del pueblo y el Estado, al denominarse ejército del pueblo.

Al interior de la guerrilla ha habido muchos Cosimos, algunos de ellos han incluso muerto por causas naturales al dedicar toda su vida a la guerra y rehusarse a bajar de los árboles de la resistencia armada para convivir en sociedad. Otros fueron cazados por la sociedad, tal como persiguieron a Cosimo sus padres y su familia, aunque vale aclarar que Cosimo nunca realizó las acciones deleznables que realiza la guerrilla.

El problema con estos barones rampantes de las FARC, el ELN y otros grupos guerrilleros, es que con el tiempo se ha caído su discurso revolucionario, y aquellos ideales de lucha popular que buscaban la igualdad y la repartición de la riqueza, se han visto empañados por ellos mismos y su accionar, que le han hecho ganar el desprecio de la sociedad en general y perder el apoyo de poblaciones que se encuentran entre el fuego cruzado. Pero entonces ¿por qué no bajan de sus árboles? ¿ por qué se empeñan en quedarse allí, sin importar lo que pase, al igual que Cosimo, sabiendo que son la guerrilla más vieja del mundo y cuentan con pocas posibilidades de tomar el poder?

Tal vez sea porque el hecho de que tomar la decisión de subir a los árboles o refugiarse en el monte, es una decisión trascendental, e implica una gran fuerza de voluntad y una profunda creencia en aquellos principios que hacen que se tome esa decisión; por lo cual, cuando el entorno cambia, las circunstancias cambian, y el hecho de haberse apartado de la sociedad se empieza a ver como un síntoma de locura, es cuando aquellos principios, por más alocados y sin fundamentos que sean, se convierten en esa causa justificante, que hace pensar que bajar de los árboles o abandonar el monte, se convierte en una victoria para el resto de la sociedad.

¿Pero verdaderamente se justifica continuar con una idea tan lejana a la realidad y cercana a la locura, como la de mantener una guerra que lleva más de 60 años por unos ideales que hace dos décadas fueron derrotados? – También hubo un tiempo en que algunos de sus militantes bajaron de los árboles, pero fueron vistos tanto por la sociedad como por los mismos barones rampantes como una amenaza, un peligro, y fueron asesinados- Pero el centro de este símil recae en aquellos, que luego de presenciar la caída del muro de Berlín, el fortalecimiento del Estado y la pérdida de legitimidad de su lucha entre la misma población que dicen buscar redimir, persisten en quedarse arriba de los árboles, y defender sus ideas, que más que ideas, se han convertido en un paraguas de justificación para otras actividades como el narcotráfico y la extorsión, que sin un manto legitimador, no existirían.

En estos momentos se están llevando a cabo los diálogos de paz del gobierno colombiano con las FARC, que se han extendido por más de 2 años, y aunque mucho se ha hablado en la mesa y mucho se ha dicho en los medios, todavía no se ve una verdadera luz al final del camino. Esta es la última y verdadera oportunidad para que estos barones rampantes abandonen su árbol y vuelvan de nuevo a tierra, pues sus cuerpos se están haciendo viejos, su lucha está pasada de moda y sus árboles están perdiendo las hojas y los están haciendo ver como terroristas y no como los idealistas que decidieron defender su posición, sin importar lo que pasara.

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¿Vale la pena estar tanto tiempo adentrado en el monte por una lucha que se puede librar desde otras posiciones? ¿Están tan inmersos en su ideología, que al igual que Cosimo, prefieren morir en el monte a salir de él, porque simplemente representaría una victoria de la sociedad? ¿Qué ideas justifican pasar tanto tiempo defendiendo algo e incluso agregarle muertos de por medio? ¿Qué va a pasar con estos barones rampantes? Y por otro lado, ¿qué pasa si algún día queremos defender algo y no encontramos árboles a donde subirnos?

Ese instante de felicidad – Federico Moccia

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El libro de Federico Moccia titulado “Ese instante de felicidad” cuenta la historia de Niccolo, un joven a quien dejó su novia, Alessia, sin razón alguna; y que se aventura en las 408 páginas a encontrar la razón por la que lo dejaron, o al menos eso pasa hasta la mitad del libro, en donde aparecen Paula y María, dos colombianas que seducen a Nicco y a su amigo Gio (que encaja en el perfil del típico italiano de Jersey Shore, ostentoso y mujeriego). La segunda parte del libro se enfoca en las aventuras que vive Nicco con María, y las salidas que están llenas de lugares comunes, tanto en la expresión literaria como en la expresión turística; pues el libro sirve de guía turística y gastronómica de Italia, mientras cuenta las salidas típicas de una pareja que se conoce y empieza a cortejarse.

El libro en sí es una línea recta, que no presenta grandes emociones ni acontecimientos, que tiene un inicio agradable, pero con el pasar de las páginas se llega a un nudo mal amarrado, que se convierte en tedioso y previsible, en el cual el principal atractivo es el pensar en cuándo se va a encontrar con su ex novia y cómo va a ser dicho encuentro; pero el momento en que se encuentran es tan soso y vacío como el resto del libro.

Personalmente, este libro me ha decepcionado; venía de leer “Esta noche dime que me quieres” que tenía una historia más profunda y una trama más enganchadora. Pero este, tal vez por ser pensado en contar con una continuación, ha sido muy simple, y pensado en una trama vendible y fácil de adaptar al cine, pues Moccia también es guionista y ha llevado muchos de sus libros a la gran pantalla.

Tal vez el único elemento rescatable del libro es cuando aparecen aquellos instantes de felicidad en la historia, esas citas inolvidables, esos momentos que se pasan con amigos o personas queridas que se quedan en la memoria y cuando son recordados, adquieren el tono sepia de la nostalgia y forman esos recuerdos que son una mezcla entre alegría y tristeza, o la saudade portuguesa que describe aquellos momentos vividos que al ser recordados generan un vacío por lo lejanos y una alegría por haberlos vivido.

Al leer el libro me transporté a mis propios instantes de felicidad, esos momentos que ocurren cada cierto tiempo en nuestra vida y se quedan guardados en nuestra mente para luego ser recordados con nostalgia y saudade. Esos encuentros inesperados, esos momentos esperados pero que nunca sabemos cuándo se van a dar y que cuando por fin se dan quedan marcados en nuestros recuerdos, esos golpes de suerte que te encuentran en los días menos esperados y te cambian el humor de un momento a otro.

Todos tenemos nuestros propios instantes de felicidad, y aunque el libro no fue lo que esperaba, algo es verdad, en el fondo todos somos románticos y guardamos nuestros propios instantes de felicidad. No a todos nos pasa que luego de romper con alguien nos llega una extranjera despampanante que se enamora perdidamente de nosotros y nos hace olvidar a la persona que nos acabó de dejar, y menos tenemos un amigo extravagante y que nunca le falta el dinero para poder hacer visitas por la ciudad y comer en todos los restaurantes famosos de gratis porque conoce a todos los encargados, meseros y dueños de museos.

Este es un post diferente a los que venía haciendo, pero también se debe a que es un libro diferente a los que he venido leyendo y posteando en el blog. Por ahí leí una reseña en la que decían que ese instante de felicidad es lo que sientes al terminar de leer el libro; para mí no fue tan traumático, pero sí creo que le faltó mucho. Aunque para una sociedad que se ha acostumbrado a historias ligeras y a literatura simple, me parece que el que tiene el problema soy yo al haber escogido el libro, y no Moccia al haberlo escrito, pues él ya tiene su público definido y se ha convertido en un autor apetecido por un segmento de la población; por mi parte, voy a decir que los libros me gustan como los zapatos, con los nudos bien apretados.

El olvido que no quiero ser

Desde que ha sido consciente de su existencia, el hombre ha tenido siempre un gran temor, un temor que lo invade durante toda su vida, pero que a veces trata de olvidar, lo trata de olvidar viviendo, pero sabe que al final, por más cosas que haya hecho para evitarlo, su temor se hace realidad; ese temor es la muerte, todos, cuando empezamos a darnos cuenta que las personas que viven con nosotros se mueren, dejan de existir y se convierten en un vacío, en un recuerdo que el paso del tiempo va volviendo borroso y que terminará por ya no ser un recuerdo, sino una breve idea de lo que alguna vez fue.

A la par del miedo a la muerte, se presenta en algunas personas otro gran temor, algunos que aceptamos que la muerte es inevitable, tenemos el gran temor de morir sin haber hecho algo que se convierta en nuestra huella para los que quedan vivos. Este temor no lo tienen todos, pero aquellos que lo viven, pasan toda su vida intentando encontrar esa obra, ese objeto o esa idea que se convierta en su legado para el resto, esa huella inmortal por la que alguien es recordado, leído o estudiado, inclusive siglos después de su muerte.

El día que lo asesinaron, Héctor Abad Gómez llevaba en su bolsillo un poema que empezaba con la frase “Ya somos el olvido que seremos” y que es continuada por otros versos en los que se aprecia la voluntad de morir, la resignación y entrega a la muerte y el olvido, la separación del ego y el cuerpo; y que terminó por convertirse en el título del libro que veinte años después escribiría su hijo en su memoria.

En el libro, Abad Facio lince relata los pormenores de la vida de su padre: un médico especialista en salud pública, defensor de los derechos humanos, preocupado por la vida de los demás y con una gran empatía hacia todo el mundo; un padre ejemplar que en todo momento les brindaba amor y comprensión a sus hijos, y que vivía su vida como si fuera un servicio permanente a los demás.

Si no hubiera sido por la labor de su hijo luego de la muerte de Héctor Abad Gómez, cuando se dedicó a recopilar todos sus escritos, a pensar y mantener una idea que se cocinó durante veinte años para luego ser plasmada en forma de libro, muchos no conoceríamos a esa gran persona que fue Héctor Abad Gómez, cuya vida fue silenciada por sicarios al servicio del paramilitarismo el 25 de agosto de 1987.

A pesar de que el libro se ha convertido en uno de los libros más vendidos en el país y el exterior, me sorprende que la memoria colectiva del país se concentre más en recordar a los asesinos de Héctor Abad Gómez, que al mismo personaje. Pocos saben que gracias a él el agua de Medellín empezó a ser tratada con cloro y evitó la muerte de muchas personas por enfermedades transmitidas por el agua, que gracias a él existe la facultad de salud pública de la Universidad de Antioquia, que ayudó a crear la Universidad Autónoma Latinoamericana, y que fue uno de los principales defensores de los derechos humanos en el Medellín de los años 80. Por eso me sorprendo cuando el país conoció primero la historia de los tres hermanos que fundaron el grupo armado que dio la orden de asesinarlo, y cuando han pasado cerca de treinta años después de su muerte y apenas este año, y por obra de su nieta, se realizó el primer producto audiovisual que busca recuperar la memoria sobre ese gran hombre que fue silenciado por el paramilitarismo.

Cuando uno termina de leer El olvido que seremos, queda con una sensación de impotencia, un dolor de patria y una tristeza en el alma, al saber que en este país y en el mundo, han existido muchas personas como Héctor Abad Gómez, que se han dedicado a defender a los que no se pueden defender, que han luchado por la igualdad y el respeto de las ideas diferentes en sociedades donde la monotonía y el pensamiento único han imperado a lo largo de los tiempos.

Al leer el olvido que seremos me doy cuenta que no quiero ser ese olvido, que hay cosas en este país que se entienden al revés, cuando a los criminales más insignes se les rinde culto y se toma su vida como un modelo a seguir; mientras que personas como Héctor Abad Gómez son considerados unos loquitos suicidas, que por no quedarse callados y vivir una vida normal, fueron silenciados y condenados al olvido. Sin embargo, cada día salen de alguna parte más personas como él, dispuestas a dar todo de sí, su vida incluso, con tal de ver a otros llevar una vida mejor, con tal de que muchas personas tengan unas mejores condiciones de vida y que muchas personas que son condenadas de raros e inadaptados sean escuchados y hagan parte de la sociedad; esas personas son las que deben ser recordadas y condenadas a la inmortalidad, pues en el olvido solo debe quedar aquello que nos hace daño y no nos deja progresar como sociedad.

Termino este texto con unas palabras que pronunció Manuel Mejía Vallejo en el funeral de Héctor Abad Gómez y que se Abad Faciolince transcribe en su libro: “Vivimos en un país que olvida sus mejores rostros, sus mejores impulsos, y la vida seguirá en su monotonía irremediable, de espaldas a los que nos dan la razón de ser y de seguir viviendo.”

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Iter Criminis

Llevábamos casados cinco años, nos habíamos conocido en la universidad en esas materias que se ven al final de la carrera para terminar el pensum y supuestamente aprender cosas de otras carreras. La verdad lo único que aprendí en problemas colombianos fue que mi único problema era que me enamoraba muy fácil y que era peor si mi problema estaba cubierto por un largo cabello negro y una piel trigueña y que además sabía decir las respuestas correctas a las preguntas más complicadas.

En un trabajo en grupo intercambiamos números de teléfono y nos agregamos a las famosas redes sociales. Aunque el trabajo era sobre el origen de las guerrillas, terminamos hablando de nuestras relaciones pasadas y de nuestra soltería que se acercaba a dos años en mi caso, y a cinco meses en el de ella; por dentro pensé que para las mujeres era más fácil conseguir una nueva relación, pues los hombres vivimos como locos detrás de ellas, mientras que para nosotros es más difícil, pues por más que vivamos como locos detrás de ellas, no todas quieren ser perseguidas por los mismos locos, o a veces de las locas que uno se enamora, quieren un loco más loco que uno.

En todo caso, después del trabajo sobre la guerrilla, que acabamos fácilmente porque nos entendíamos a la perfección, empezamos a salir a almorzar, a conversar, a cine y a todos los lugares que va uno cuando está saliendo con alguien. A las tres o cuatro salidas, descubrimos que teníamos muchas cosas en común, y decidimos ser novios; y a los dos años de novios, decidimos complicarnos la vida y vivir juntos, casándonos por lo civil.

El tiempo transcurría rápidamente y la rutina comenzó a hacer estragos en nuestra relación. Yo salía todos los días a las 7 de la mañana para mi trabajo como asesor de riesgo en una importante empresa de la ciudad; mientras ella se quedaba en la casa y trabaja como free-lance para una compañía de ropa deportiva a la cual diseñaba diferentes anuncios publicitarios. Cuando yo llegaba a las 6 de la tarde, ella me esperaba como siempre con una botella de té y unas galletas de mantequilla que me habían gustado desde que tengo memoria; luego nos contábamos lo que habíamos hecho en el día, para luego pasar a comer lo que ella había preparado o a veces salíamos a comer en algún restaurante. Luego conversábamos otro rato y finalmente leíamos una hora antes de apagar las luces y acostarnos a dormir. Al otro día se repetía la misma rutina y así por estos cinco años.

A veces llegaba a la casa sin ganas de hablar con ella, pero ella insistía en sacarme palabras de donde no tenía o no quería dejar salir, por lo que yo, para no estallar y tratarla mal, prefería salir y sacar al perro, para despejarme, y luego de una media hora con Fausto en la calle, regresaba e intentaba tratarla como siempre la trataba cuando éramos felices.

Pero tal vez fue esa rutina y que fuéramos tan parecidos, lo que llevó a que esa noche no saliera con Fausto. Esa tarde-noche, cuando ya se estaba poniendo el sol, me quedé estático y se me empezó a nublar la mente y a enrojecer la cara, luego vino una gran niebla y ahora sólo los recuerdos.

Recuerdo que comencé a gritar, a increparle porqué nunca salía de la casa y se quedaba todo el día trabajando en su computador portátil y se bañaba a las 2 de la tarde. Por qué nunca me acompañaba a las fiestas de la empresa y por qué cuando Fausto se subía a la cama, prefería que yo me cayera a correr al perro. Creo que después fue que la empujé y fue cuando estaba en el piso que sin razón aparente cogí el cuchillo que había en el comedor y la apuñalé, tantas veces que perdí la cuenta, tantas que me dolía la mano y las suficientes como para que los esfuerzos de los paramédicos que llegaron al poco tiempo, sin saber cuándo ni quién los llamó, pudieran hacer algo por ella. Luego llegó la policía y me subieron con mi ropa ensangrentada a la camioneta, en medio de las miradas atónitas de todos los vecinos, quienes no creían lo que estaba sucediendo- y para ser sincero, yo tampoco-. Me condujeron a un puesto de policía y me encerraron en un calabozo solo, a la espera de un posterior traslado para la legalización de la captura.

O tal vez no fue así; ese día llegué cansado y tenía rabia porque en el trabajo no escucharon mis sugerencias en una junta importante que tuvimos, sólo le hicieron caso a las ideas de Ramírez, un recién llegado recomendado por un político con muchas influencias, y que se rumoraba había conseguido su título sobornando a todos los profesores o amenazándolos con un gran castigo de su amigo político, que tenía influencias en todas partes. Tal vez fue por eso que no me importó lo que me dijo Marcela y ni puse atención a los reclamos que me hizo; cuando empezó a hablarme, la cabeza de Ramírez se empezó a dibujar en la suya, y en mi cabeza se empezó a desdibujar todo signo de cordura, al tiempo que cogía el portarretratos en el que estaba nuestra foto de matrimonio en la notaría 6ta, y comencé a atacarla con él. Cuando volví en mí, nos estaba separando un vecino que entró a la fuerza cuando escuchó todo el alboroto y los gritos de auxilio de Marcela. De todas formas era muy tarde para ella, ya no respondía; para mí también fue demasiado tarde, ya no podía dar vuelta atrás y la policía estaba en camino para conducirme a la estación, donde debía esperar la legalización de captura que estaba programada para el día siguiente a las 8 de la mañana. Esta vez no vieron los vecinos, pues había hecho tanto ruido y la escena fue tan violenta, que todos se escondieron para no ver al responsable de tan despiadada escena.

O tal vez no fue así; ese día decidí sacar a Fausto en el mismo instante que llegué a la casa, salí con la ropa que incómoda del trabajo, esos zapatos tiesos que no dejan caminar sin que te duela el talón; pero lo que no quería ese día era pelear con Marcela, pues estábamos cumpliendo cinco años de casados, ella creía que yo no sabía, pero en el fondo recuerdo todas las fechas, que no me guste celebrarlas es otra cosa. Me quedé unos cinco minutos sentado en el parque con Fausto, y luego dimos dos vueltas a la manzana, él para hacer ejercicio, yo para despejarme. Cuando volvimos, ella estaba en la mesa del computador, dando los últimos toques a una publicidad que debía entregar al otro día. Cuando la vi sentada, retocando su trabajo y pensando que no le importaba que hubiera sacado a Fausto sin saludarla, sin despedirme, sin siquiera hablarle, estallé, la tomé por detrás con mis brazos y presioné su cuello hasta que quedó flácida y su cabeza se inclinó hacia adelante por acción de la física. Esta vez nadie había escuchado nada, porque le tapé la boca, y actúe rápido, en un minuto ya todo estaba consumado. Sólo tuve que envolver el cuerpo en una bolsa plástica-siquiera Marcela era mediana y cabía en una bolsa de basura-, luego bajé con Fausto y la bolsa por las escaleras, y dejé la bolsa en la gran cesta de basura que recoge ritualmente el camión todos los lunes, miércoles y viernes; ese día era viernes. Luego me entré con Fausto, y nos acostamos en la cama a ver las noticias, a veces sentía que algo faltaba cuando veía un vacío en el lugar donde estaba acostumbrado a ver a Marcela, pero era un vacío que con el tiempo me acostumbraría a aceptar, el tiempo en que descubrieran mi crimen, o el tiempo en que decidiera no continuar huyendo de la justicia y me entregara en la estación de policía más cercana.

O tal vez tampoco fue así, después de quedar en blanco un rato, recordé todas las veces que había matado a Marcela antes, y la sensación de bienestar que me producía saber que cuando la mataba, todo mi estrés, mis penas y la rabia contra Ramírez y su amigo político, se iban. También recordé todas las veces que maté a Ramírez en la oficina, las veces que lo tiraba por el balcón y se rompía el cráneo con el piso, las veces que llevaba una pistola y le descargaba todo el proveedor en esa cabeza que no soportaba ver todos los días. También recordé las veces que asesiné al conductor del bus que me dejaba dos cuadras más lejos, cuando siempre tocaba el timbre una cuadra antes, para que él se pudiera pasar de carril y detener en la bahía. Recordé a todos aquellos que maté mentalmente a lo largo de mi vida y las escenas del crimen que quedaban, las posibles reacciones de los vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de colegio, conocidos de la familia; cómo fue la captura de la policía, el procedimiento para llevarme a la estación y los compañeros de celda que me tocarían ese día, borracho ensangrentado que buscaba pelea, el ladrón que reincidía por décima vez esa semana, el gringo que cogieron pasado de cocaína en el parque del poblado; o si estaba de suerte, me tocaba ser el primero del día o de la noche.

O tal vez nunca nada sucedió, y todo sea un sueño de un escritor que sueña con escribir su primer cuento y este sea el primero de muchos intentos que pudo terminar. O tal vez nunca sucedió y es la imaginación de quien lee lo que acá está escrito, que cree que alguien imaginó algún escenario de muerte y lo escribió y ahora lo está leyendo para distraerse de su trabajo monótono en la oficina, de sus ideas monótonas, o tal vez porque no tiene nada más qué hacer y decidió leer algo y ese algo es esto que acabó de leer.