Del underground de Murakami al underground de la escombrera.

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El libro de Haruki Murakami cuenta la historia del atentado en el metro de Tokyo el 20 de marzo de 1995. Miembros de la secta Aum Shinrikyo (verdad suprema) abordaron cinco trenes diferentes en plena hora pico y perforaron paquetes de gas sarín al interior de los vagones, lo cual dejó un gran número de heridos y 13 muertos. En este libro se recopilan una serie de entrevistas realizadas por el autor a una serie de personas afectadas por el atentado y abarcan testimonios que van desde las víctimas directas que sufrieron alguna afectación, hasta los familiares de aquellos que fallecieron.

En estas entrevistas se observa un sentimiento general, muy propio de la sociedad japonesa, de aceptación del destino, aunque la mayoría pide un castigo para el líder de la secta Shoko Asahara; todos los entrevistaron coincidían en que al poco tiempo y luego de unas vacaciones forzosas, volvieron normalmente a su trabajo y sus demás compañeros les ayudaban a que se volvieran a adaptar al ritmo de trabajo que llevaban antes del atentado. En general todas estas entrevistas muestran el punto de vista de las personas que estaban en los vagones, que vivieron el miedo y la incertidumbre de no saber qué los estaba afectando, pero que los hacía sentir mareados y con la visión nublada; el texto es un testimonio de aquellas personas que se levantaron a otro día normal de trabajo, pero se encontraron con la casualidad, o causalidad desde el punto de vista de su religión (que muchos reconocen en los relatos como al destino como principal causa de su encuentro con el gas sarín)y que sin más preámbulos se empezaron a sentir mal, a ver personas desmayadas y a no saber qué hacer.

Al final del libro, en el primer epilogo, Murakami intenta explicar algunas de las causas que llevaron a que se diera ese atentado, una de ellas y tal vez la más importante, es la que él denomina “La Narrativa” mediante la cual hace hincapié en la búsqueda que tienen los individuos por la libertad y la autonomía, y como todos aquellos que intentan buscar estos elementos en su vida, son repudiados por la sociedad y señalados como raros. Fue precisamente la existencia de un gurú con la capacidad para entenderlos y enseñarles un camino hacia la salvación, lo que hizo que muchos de aquellos desadaptados a la sociedad japonesa de ese entonces encontraran un alivio en la secta Aum Shinrikyo.

La narrativa para Murakami es aquello que nosotros creemos que somos, aquello que la sociedad espera de nosotros y la forma en que nosotros vemos y sentimos que la sociedad nos percibe. Por ello la narrativa de la sociedad japonesa, según él, fue la encargada de crear el fenómeno de Aum, mediante el rechazo que sentía Shoko Asahara y las demás personas que se fueron uniendo a él en su secta. La narrativa es entonces esa forma en la que el individuo se relaciona con la sociedad, y depende tanto del individuo como de la misma sociedad el resultado de esa combinación; en sociedades como la sueca no se presentan fenómenos de terrorismo o de crimen, pues la relación de las personas con la sociedad en la que habitan es armónica y se presenta un halo de protección y confort en las personas. Sociedades como la japonesa, la colombiana y muchas otras, tienen una relación caótica, en la cual las mismas personas se sienten excluidas dentro de la sociedad y aquellos que piensan diferente o se sienten diferente, son rápidamente discriminados, lo que da origen a los diferentes conflictos sociales que se presentan en este tipo de sociedades.

En Colombia se ha venido hablando en los últimos días de La Escombrera de la Comuna 13 y la labor judicial que se va a realizar allí para desenterrar los cuerpos sepultados por los diversos actores del conflicto armado en el país. Aplicando la narrativa que expone Murakami, también se podría decir que estos homicidios y desapariciones también fueron producto de la relación del individuo y la sociedad en la que viven. El ambiente de opresión generado por el bipartidismo y su guerra a muerte en todos los municipios del país creó pájaros, chulavitas y autodefensas campesinas; la exclusión y el abandono estatal creó autodefensas campesinas y grupos guerrilleros, este mismo abandono estatal, la debilidad de las instituciones y los grupos guerrilleros crearon los grupos paramilitares; y así seguiría con las causas y las consecuencias de fenómenos como el narcotráfico, la delincuencia común, las Bandas Criminales y muchos otros flagelos que atormentan y han atormentado al país en toda su historia.

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La sociedad colombiana ha creado diferentes “Undergrounds”, sistemáticos y premeditados, pensados como la única respuesta posible para enfrentar a aquello que es diferente, aquello que no va con lo que unos piensan pero que no puede tener cabida en la sociedad porque es raro y diferente. Una de las historias que aparecen en el Underground de Murakami es el testimonio de un empresario que pocos días antes del atentado del metro se había salvado de un atentado en un edificio en Colombia, a lo que dijo que se extrañó por ello, pues pensó que en su país no pasaba lo que estaba pasando en Colombia. Pero la verdad es que si seguimos los análisis de Murakami, el terrorismo y los desadaptados que intentan devolver el odio que han recibido de la sociedad a la sociedad misma y a personas del común, existen en todas partes donde la sociedad basa su progreso en la exclusión de lo diferente, alimentando odios recíprocos que explotan en forma de atentados y persecuciones.

A Colombia le hace falta un libro como Underground, pues la historia y la sociedad se ha encargado de mostrar sólo a los victimarios, y últimamente de presentar a las víctimas con un amarillismo morboso, en el que prima más la historia llena de dolor y las lágrimas que se muestran en vivo, que la historia de las personas que hay detrás de las noticias, pues en últimas las notas duran en la agenda nacional una semana y luego vuelven a ser personas del común condenadas a vivir sus tragedias en silencio. Es hora de reconstruir muchos episodios de nuestra historia, que han pasado como verdaderos enigmas en los que se conocen culpables, pero no se conocen verdades, tampoco se conocen los testimonios de vida y las entrevistas no pasan más allá de una nota amarillista en vivo.

Tal vez con iniciativas de este calibre seamos capaces de asimilar nuestra cultura, reconocer nuestros errores y empezar a entender que lo diferente no necesariamente es malo y debe ser eliminado o excluido; tal vez de ese modo entenderíamos mejor todos esos underground que nos han acechado desde el principio de nuestra existencia como nación, el underground de la escombrera, el underground de las selvas colombianas llenas de fusilados por la guerrilla, el underground de los distintos despachos municipales y departamentales llenos de olvido y desigualdad, y el más importante de todos, el underground que cada uno lleva en el alma y en la conciencia que lo hace mirar a otro lugar cuando ve algo que lo incomoda, o que lo hace rechazar todo aquello que no va con sus creencias religiosas y sociales, pues pone en riesgo esa identidad que ha llevado tanto tiempo formar. El día que reconozcamos todos estos underground que tenemos, podemos pasar a crear una nueva narrativa, en donde la sociedad colombiana y sus ciudadanos convivan en armonía y no tengan que recurrir al odio y a la violencia para sentirse aceptados por los demás.